El nuevo ser que somos después del amor es el mismo que antes, pero no es igual. — Mario Benedetti


Árbol realista en un parque, mostrando transición natural de hojas verdes a otoñales, con la frase “El nuevo ser que somos después del amor, es el mismo que antes, pero no es igual.” de Mario Benedetti, imagen de HackeaTuMente.

El nuevo ser que somos después del amor es el mismo que antes, pero no es igual. — Mario Benedetti


Benedetti, un maestro en observar las sutilezas del alma humana, sugiere que el amor (en cualquiera de sus formas: romántico, filial, amistoso) tiene la capacidad de tocarnos tan hondo que, aunque sigamos siendo la misma persona a los ojos del mundo, algo esencial en nosotros cambia para siempre. No es que nuestra esencia desaparezca, sino que se transforma, se enriquece o se vuelve más compleja. El amor deja huellas: a veces cicatrices, a veces aprendizajes, a veces nuevas formas de mirar y sentir la vida.

El sentido de la frase es que, tras una experiencia amorosa significativa, no volvemos a ser exactamente quienes éramos. Nuestro modo de entender, sentir y relacionarnos cambia. Puede ser que aprendamos a amar mejor, a protegernos, a abrirnos, a confiar o a perdonar. El amor es una experiencia que, bien vivida, transforma.

Esta frase no está asociada a una entrevista o discurso público, sino que forma parte de la obra literaria de Benedetti. El escritor solía explorar la huella que dejan los vínculos y las emociones en las personas. La frase aparece en algunos recopilatorios y ensayos sobre su pensamiento, y se asocia a su análisis sobre el amor y sus consecuencias, aunque no es el fragmento central de un poema conocido, sino una reflexión recogida en antologías de citas y textos suyos.

El contexto general de Benedetti es el de un autor interesado en cómo los eventos emocionales modifican a los individuos, incluso cuando parecen seguir siendo los mismos externamente.

La experiencia nos transforma. Ninguna vivencia amorosa, ni siquiera las de pérdida, nos deja intactos. Siempre aprendemos algo, cambiamos, crecemos o nos protegemos de maneras nuevas. Al mirar atrás, podemos reconocernos en la persona que fuimos, pero al mismo tiempo sentimos que algo fundamental ha cambiado. Somos los mismos y no lo somos: es una paradoja, porque nuestra identidad se mantiene, pero el amor nos moldea y nos transforma desde dentro.

Aceptar el cambio es parte de este proceso. Nos recuerda que es válido y natural cambiar después de una experiencia importante; no debemos temer a esa transformación, porque es parte de la vida. Además, comprender esto nos invita a mirar a los demás —y a nosotros mismos— con más empatía. Todos cambiamos a raíz de lo que sentimos y vivimos, y eso merece ser entendido y respetado.

Por último, esta perspectiva nos anima a valorar todo lo que hemos vivido. Incluso si una historia de amor termina, no debemos despreciar la experiencia, porque cada vivencia forma parte de nuestro crecimiento y nos ofrece nuevas maneras de mirar la vida.

Hay vivencias que nos atraviesan de tal manera que, al mirar atrás, casi no reconocemos la versión de nosotros mismos que existía antes de ellas. El amor es, sin duda, una de esas experiencias capaces de transformar la fibra más íntima de nuestro ser. Al comienzo, solemos creer que somos inmunes, que lo esencial de nosotros permanece intacto sin importar lo que ocurra. Pero después de vivir una historia intensa —ya sea de amor correspondido o de una pérdida dolorosa— nos damos cuenta de que la transformación es inevitable.

Después del amor, por muy fugaz o duradero que haya sido, nunca volvemos a ser exactamente quienes éramos. Algo en nuestro interior se desplaza. A veces es una herida, otras es un aprendizaje, y en ocasiones es simplemente una nueva sensibilidad ante el mundo. Tal vez es la capacidad de ver belleza en lugares donde antes no la veíamos, o de comprender mejor el dolor ajeno. El amor nos enseña tanto sobre nosotros mismos como sobre el otro: nos obliga a mirarnos sin máscaras, a confrontar nuestras vulnerabilidades, a reconocer nuestras propias contradicciones.

La paradoja que señala Benedetti es profundamente real: seguimos siendo los mismos, al menos en apariencia. Llevamos el mismo nombre, las mismas historias, los mismos gestos cotidianos. Pero basta con observar nuestra forma de mirar, de hablar, de esperar, para notar que algo esencial ha cambiado. El amor —y también la pérdida— nos empuja a reinventarnos. Nos obliga a replantear nuestras creencias, nuestras prioridades, nuestra manera de amar y de dejar ir.

Aceptar el cambio no siempre es fácil. A veces nos aferramos a la ilusión de recuperar la inocencia perdida, de volver a la tranquilidad anterior al torbellino emocional. Pero madurar es, en gran medida, aprender a abrazar la transformación. Es entender que no hay retroceso posible, que lo vivido deja huellas imborrables. No debemos temerle al cambio ni avergonzarnos de él; cada transformación es testimonio de que hemos sentido, de que hemos estado vivos, de que nos hemos atrevido a cruzar el puente entre lo seguro y lo incierto.

Comprender esto nos lleva a ser más empáticos con quienes nos rodean. Todos estamos cambiando, todos somos el resultado de amores, fracasos, pérdidas y sueños. Mirar a los demás con esa conciencia nos ayuda a perdonar, a comprender y a acompañar sin juicios innecesarios. También nos ayuda a perdonarnos a nosotros mismos por no ser los de antes, por haber cambiado, por a veces no entendernos del todo.

Finalmente, valorar lo vivido es quizás el mayor regalo de esta perspectiva. No importa si una relación terminó o si un amor se volvió solo un recuerdo; lo importante es reconocer cuánto hemos crecido gracias a esa experiencia. Incluso el dolor tiene algo que enseñarnos, incluso las despedidas nos dejan una lección para el camino. Cada historia suma, cada cicatriz cuenta, cada emoción vivida nos prepara para las siguientes etapas de la vida.

Mirar hacia atrás sin arrepentimientos, sin despreciar el trayecto, es una forma de honrar lo que fuimos y agradecer lo que somos ahora. Y tal vez, en ese acto de aceptación, reside la verdadera fuerza que nos permite seguir adelante, con más sabiduría y con el corazón un poco más grande.


Canal en Telegram: https://t.me/hackeaTuMente_oficial

Canal indexado en TGStat: https://tgstat.com/channel/@hackeaTuMente_oficial


También te puede interesar:


HackeaTuMente - Piensa. Resiste. 






Comentarios

Entradas populares de este blog

Vas a sufrir igual. Haz que al menos valga la pena.

Byung-Chul Han y el silencio como acto de resistencia: pensar cuando todo grita

Byung-Chul Han y la crítica más incómoda a las redes sociales: el ego como mercancía